Abordar la crisis de deuda y desarrollo en los países del Sur en el año del Jubileo
Un grupo de expertos académicos, profesionales, ministros de finanzas, legisladores, autoridades de instituciones financieras internacionales, líderes religiosos y expertos de organizaciones de la sociedad civil se reunieron en la Academia Pontificia de Ciencias Sociales (PASS, por sus siglas en inglés) en la Ciudad del Vaticano el 5 de junio de 2024 para discutir la situación actual de la deuda, especialmente en el Hemisferio Sur. Su Santidad el Papa Francisco se dirigió a los participantes con un discurso sobre la crisis de deuda en el Sur Global. Las discusiones fueron presididas por la presidenta de la PASS, Helen Alford, los académicos de la PASS, el profesor Martín Guzmán, de la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Columbia, y el profesor Joseph E. Stiglitz, también de la Universidad de Columbia, así como el canciller de la PASS, el cardenal Peter Turkson. Como es habitual en la PASS, la conferencia produjo una Declaración Final, como se detalla a continuación.
Resumen de la situación de deuda en el Sur
- Existe una crisis de deuda y desarrollo en muchos países del Hemisferio Sur. La visión predominante de que no hay crisis de deuda si un país no incumple sus pagos es errónea: los países en crisis de deuda sí están incumpliendo, pero con su desarrollo económico, ya que están priorizando los pagos de la deuda sobre las inversiones públicas esenciales en educación, salud, medio ambiente (incluidas las necesarias para mitigar y adaptarse al cambio climático) e infraestructura, poniendo en riesgo el desarrollo y el bienestar de sus pueblos. Las políticas económicas y de deuda actuales en muchos países afectados sirven más a los intereses financieros que a las personas.
- El continente más afectado es África, aunque existen realidades significativamente diferentes entre los países africanos.
- Las cifras son alarmantes. Datos de la UNCTAD muestran que más de 54 países gastan más del 10% de sus ingresos fiscales en intereses de la deuda. La carga promedio de los intereses como porcentaje de los ingresos fiscales para las naciones en desarrollo aumentó más del 50% con respecto a 2015. 3.300 millones de personas viven en países que gastan más en el servicio de la deuda que en salud, y 2.100 millones en países que gastan más en el servicio de la deuda que en educación. En este contexto, estos países no pueden realizar las inversiones necesarias para la transición verde. Este no es un camino hacia un desarrollo humano y social global equitativo.
- La situación actual es otro ejemplo más de una asimetría bien conocida en los mercados financieros globales: los flujos de capital son procíclicos para las economías en desarrollo y contracíclicos para las economías avanzadas. Esto significa que el capital fluye de las economías avanzadas hacia las economías en desarrollo en tiempos favorables a nivel global, pero los flujos se revierten cuando hay choques globales negativos.
- El capital privado fluyó desde el sector privado occidental hacia países de ingresos bajos y medios bajos (LLMIC, por sus siglas en inglés) después del rescate del sistema bancario estadounidense tras el colapso del banco de inversión Lehman Brothers en 2008. En un contexto de tasas de interés cercanas a cero en las economías avanzadas, los gestores de capital privado buscaron rendimientos en otros lugares y ofrecieron financiamiento a tasas de interés altas con vencimientos a corto plazo a países menos desarrollados. Los gobiernos en esos países también estaban ansiosos por endeudarse. Sin embargo, esos flujos no facilitaron una mayor inversión pro-desarrollo; para que ese hubiera sido el caso, esos flujos tendrían que haber sido más estables, baratos y con vencimientos más largos. Por ejemplo, las inversiones en educación eventualmente resultan en una mayor productividad económica, pero toma más de una o dos décadas para que esos resultados sean visibles.
- La pandemia de Covid-19 y la guerra en Ucrania fueron dos shocks desestabilizadores para las naciones en desarrollo endeudadas. La política monetaria contractiva, incluida la de altas tasas de interés, implementada por los bancos centrales de las naciones avanzadas, empeoró las condiciones de financiamiento para esos países.
- A partir de 2022, el capital comenzó a salir de los LLMICs. Desde entonces, ha habido una transferencia masiva de esos países al sector privado (superior a los 50.000 millones de dólares en 2022), financiada en gran medida por las Instituciones Financieras Internacionales (IFIs, por sus siglas en inglés), que incrementaron sus préstamos a los países en crisis. El mandato de esas instituciones multilaterales es financiar el desarrollo, las políticas contra la pobreza y las políticas de estabilización macroeconómica. Sin embargo, los fondos que proporcionan se están utilizando para rescatar a los acreedores. Esto esencialmente significa que los contribuyentes del mundo están rescatando a los financieros privados. Esta es una política altamente regresiva y antidesarrollo.
- Si bien algunos creen que los arreglos institucionales existentes podrían abordar adecuadamente la crisis de deuda/desarrollo/ambiental, la opinión predominante entre los expertos es que se debe hacer más y que, como mínimo, se deben detener las salidas de capital de los países de ingresos bajos y medios en crisis. No todos los participantes de la conferencia comparten esta opinión.
Propuestas y principios
- Detener la salida de capital significa que no debería haber transferencias netas de países en crisis de deuda hacia el sector privado o acreedores oficiales bilaterales, y deberían existir transferencias positivas de los bancos multilaterales de desarrollo hacia los países en crisis de deuda. Esto requiere algún tipo de reestructuración/reperfilamiento de la deuda en los países afectados. El objetivo debe ser reducir las cargas de la deuda hoy y poder restaurar la sostenibilidad de la deuda.
- Si bien los países que enfrentan dificultades de deuda comparten características comunes tales como el pago de altas tasas de interés, el aumento en la carga del servicio de la deuda y la falta de acceso a los mercados de crédito, cada país enfrenta una situación diferente, por lo que se necesitarán enfoques distintos para cada país. En todos los casos, se debe respetar el principio definido en el párrafo anterior.
- Si un país tiene niveles de deuda con respecto su PIB tales que, incluso si pudiera extender los vencimientos de la deuda a una tasa relativamente baja, como la tasa de interés del Banco Mundial, su sector público necesitaría lograr superávits presupuestarios «demasiado altos», en el sentido de que un nivel tan alto de superávit podría precipitar una recesión o, si el país ya está en recesión, no permitiría una recuperación económica a corto plazo y sería incompatible con el desarrollo a largo plazo, ese país va a necesitar una reestructuración de deuda, que incluya una reducción del capital adeudado.
- Por otro lado, si el ratio de deuda respecto al PIB de un país es lo suficientemente bajo como para que la extensión de los vencimientos a la tasa de interés del Banco Mundial proporcione suficiente alivio para permitir un sólido desempeño económico a corto y largo plazo, entonces a ese pais le bastará con un simple reperfilamiento de la deuda, sin necesidad de incluir reducciones del capital. La tasa de interés en los nuevos bonos debería ser cercana a la tasa del Banco Mundial porque, por definición, el reperfilamiento de la deuda sería suficiente para restaurar la sostenibilidad de la deuda, por lo que no debería haber una prima de riesgo. Para que esto sea exitoso, todos los bonos, no solo los que están próximos a vencerse, deben aceptar esta tasa de interés más baja. Y es justo que lo hagan, porque el reperfilamiento (posiblemente con una inyección de nuevos fondos, bajo la condición de que el reperfilamiento restaure la sostenibilidad) logrará reducir el riesgo de cesación de pagos por el cual antes existía una compensación.
- La duración necesaria de la extensión de los vencimientos depende de cuánto tiempo se espera que tarden los países en crisis de deuda en recuperar el acceso a los mercados internacionales de crédito privado a tasas de interés sostenibles. Dada la naturaleza procíclica de los mercados de capital globales para las economías en desarrollo, probablemente les tomará mucho tiempo recuperar el acceso al mercado, implicando que las extensiones de vencimiento deben ser largas (de 10 a 20 años).
- Al evaluar si el valor presente descontado de los bonos de intercambio es equivalente al de los bonos originales, se deben descontar los flujos de caja futuros a una tasa de interés baja, reflejando el bajo riesgo (por ejemplo, la tasa de interés del Banco Mundial ), no las altas tasas frecuentemente utilizadas por los acreedores privados.
- Puede ser difícil lograr que el sector privado acepte esto, y correspondientemente, conseguir tasas de interés más bajas en los bonos de intercambio que reflejen el menor riesgo. En tales situaciones, el FMI no debería proporcionar fondos, ya que tales fondos equivaldrían a un rescate y/o a prestar en una situación de deuda insostenible, lo que violaría sus reglas. El reconocimiento por parte del sector privado de esta postura firme de las IFIs mejoraría su participación en una reestructuración significativa. En términos más generales, el FMI debería definir sus políticas de manera que fomenten una participación significativa de los acreedores en las operaciones de deuda. El financiamiento del FMI no debería usarse en ningún caso para pagar deuda a acreedores privados; esto puede implicar la imposición de restricciones a los flujos de capital y otras limitaciones a las políticas de deuda del gobierno.
- El «acceso a los mercados de crédito» debe definirse adecuadamente. El «acceso» a tasas de interés exorbitantes solo «patea el problema hacia adelante», disminuyendo las probabilidades de una resolución eventual de la crisis y dañando las perspectivas de desarrollo social. La reciente emisión de deuda de Kenia es un ejemplo muy visible de esta situación.
- Los análisis de sostenibilidad de la deuda (DSA por sus siglas en inglés) del FMI deben: (i) reconocer que las variables clave en el análisis, como el PIB futuro y los ingresos fiscales y de divisas, son endógenos y dependen de la naturaleza de las políticas adoptadas y del alivio de la deuda proporcionada; (ii) usar tasas de descuento apropiadas, reconociendo que si la deuda se ha hecho sostenible, el riesgo es bajo y, en consecuencia, las tasas de interés utilizadas deben serlo también; y (iii) tener en cuenta la realización de choques climáticos.
- El alivio de la deuda debe ser sensible al problema generalizado de «demasiado poco y demasiado tarde». Un alivio de deuda insuficiente resulta en otra crisis de deuda en el futuro; un alivio tardío impone costos innecesariamente altos al país deudor, ya que los problemas subyacentes sólo se acumulan.
- El FMI no debería impulsar políticas destinadas a reducir las importaciones para generar ingresos para el pago de deudas en moneda extranjera en tiempos de crisis de deuda. La austeridad en tiempos de recesión impide el crecimiento, la reducción de la pobreza y la acción climática. Por el contrario, las IFI deberían contribuir a programas anticíclicos y pro-crecimiento.
- Las políticas de tasas de interés de préstamos del FMI fueron ampliamente discutidas. La reciente reforma de la política de tasas básicas de préstamo y de recargos del FMI es un paso en la dirección correcta y debería servir como base para reformas adicionales consistentes con la misión del FMI de contribuir a la estabilidad de la economía global.
- Nueva York y el Reino Unido son las principales jurisdicciones para la emisión de deudas de naciones en desarrollo en moneda extranjera, y los marcos legales deben enmendarse para mejorar la eficiencia y equidad en la resolución de crisis de deuda soberana. Es necesario cambiar la legislación para abordar el comportamiento de los fondos buitre (definido como la compra de deuda en default con la intención de litigar contra el deudor), y para reducir la tasa previa al juicio que compensa deudas en default a una tasa del 9 %. Esa alta tasa se estableció en el año 1981, cuando la inflación en los Estados Unidos era del 8,9%, y se mantuvo en parte como resultado de las presiones de los fondos buitre. Esto incentiva los retrasos en las reestructuraciones de deuda. Establecer un límite de recuperación para los acreedores privados que garantice un trato comparable con los acreedores oficiales también incentivaría una participación significativa del sector privado en las reestructuraciones de deuda.
- Los deudores deben aplicar políticas de préstamo responsables, buscando justicia social intergeneracional, y abstenerse de comportamientos oportunistas que busquen beneficios políticos a corto plazo.
- La legislación para mejorar las prácticas de gestión de deuda soberana y garantizar una mayor transparencia en los préstamos, dando más participación a los Parlamentos en los países deudores y fomentando un debate público más amplio sobre el aumento del endeudamiento público, probablemente mejoraría las políticas de deuda.
Conclusiones
- La resolución de una crisis macroeconómica de deuda implica una distribución de pérdidas, un proceso generalmente asociado con conflictos. El proceso para resolver estos conflictos varía si es entre países (como en la Iniciativa para los Países Pobres Altamente Endeudados para el alivio de deuda) o entre un país y el sector privado.
- Bajo la actual y deficiente arquitectura financiera internacional, sin un mecanismo internacional para la reestructuración de deudas soberanas, los asuntos suelen resolverse de manera subóptima. El sector privado utiliza el temor al incumplimiento como una herramienta para negociar términos que sirven a sus propios intereses, pero que a menudo resultan insostenibles para el país, imponiendo altos costos al país deudor, costos que a menudo son asumidos por aquellos menos capaces de hacerlo.
- Cuando un país incumple, los conflictos entre los acreedores y entre estos y el deudor a menudo generan situaciones en las que todos terminan peor que si se hubiera organizado una reestructuración de deuda de manera más ordenada.
- La alternativa, es decir, continuar pagando deudas insostenibles emitidas a altas tasas de interés (que reconocen y crean el riesgo de incumplimiento), es generalmente la peor de todas las opciones posibles.
- Está claro que las mejoras contractuales, como las cláusulas de acción colectiva, las cuales facilitan la agregación de acreedores en los procesos de reestructuración de deudas soberanas, aunque útiles, son en gran medida insuficientes para resolver los conflictos que deben abordarse en las crisis de deuda.
- La postura del FMI (su análisis de sostenibilidad de deuda -DSA- y sus políticas de deuda) impacta en el poder de negociación de las diferentes partes y, por lo tanto, es un determinante principal de los resultados de la deuda. Dicha postura generalmente está influenciada por el poder ejercido a través de sus accionistas.
- En su discurso, el Papa Francisco hizo un llamado a un mecanismo internacional para la reestructuración de deudas soberanas, «basado en la solidaridad y la armonía de los pueblos, que tome en cuenta la naturaleza global del problema y sus implicaciones económicas, financieras y sociales».
- En la situación actual, y con la actual y deficiente arquitectura financiera internacional para la resolución de crisis de deuda soberana, un sentido de solidaridad de los más poderosos será un determinante importante de si será posible alcanzar resoluciones de deuda que permitan a los ciudadanos de los países en crisis recuperar la esperanza en el año del Jubileo. En su discurso, el Papa Francisco reiteró que «son los principios de justicia y solidaridad los que llevarán a encontrar. En este camino, es esencial actuar con buena fe y con verdad, siguiendo un código de conducta internacional con estándares éticos que puedan guiar el diálogo entre las partes».
- Es esencial reformar la arquitectura financiera internacional, no sólo para facilitar resoluciones de deuda justas y eficientes, sino también para proporcionar un mayor acceso a los fondos que resultan esenciales para el crecimiento y el desarrollo de maneras que permitan reducir la frecuencia y la gravedad de las recurrentes crisis de deuda que han plagado al mundo.